Monday, December 03, 2012

Indigenismo: Estética y política


Título: Indigenismo: estética y política
Autor: Juan Zevallos Aguilar
CELACP y Ohio State University
Sumilla: Generalmente, se olvida que el indigenismo se caracteriza por ser un discurso de representación de seres humanos vivos que han sido y son las mayores víctimas de las contradicciones de una sociedad tan desigual como la peruana.
Pocas veces los autores tienen el privilegio de que sus libros sigan generando comentarios ajenos y propios, en un excelente medio de circulación masiva como Identidades. Solo para recordarle al lector, mi libro Indigenismo y nación. Los retos a la representación de la subalternidad aymara y quechua (2002) fue comentado por Dorian Espezúa Salmón (identidades 58), profesor de las Universidades de San Marcos y Villarreal y por el crítico Marco Thomas Bosshard de la Universidad Libre de Berlín (Identidades 59). Considero que sus juicios, más que a mi persona, aluden a desplazamientos y cambios disciplinarios e institucionales que se están dando actualmente en las humanidades y las ciencias sociales.
Las dos lecturas confirman los lugares de enunciación en los que se sitúan los críticos. Aunque muchos especialistas en literatura luego de oponerse a la propagación de los estudios culturales se han inscrito dentro de él, no dejan de lado su formación de origen. Esto se hace patente en la lectura de mi libro que hacen los literatos. Los pocos que han hecho pública su opinión en comentarios y reseñas coinciden en señalar mi descuido del estudio de lo literario. En especial, lectores puneños como Dorian Espezúa, con cierto prurito filológico, se han ofendido por el cambio de nombre en dos oportunidades de la mayor figura del parnaso lacustre, Alejandro Peralta. Es comprensible su indignación por tal confusión con el nombre de un poeta que apuntala el orgullo regional, pero es inaceptable que se haga cuestión de estado con este hecho poco significativo al especular la existencia de segundas intenciones en mi investigación, tratando de disminuir sus méritos. El señalamiento de errores y limitaciones al principio del comentario no tiene otro objetivo –me parece– que el de sugerir improvisación en la investigación y falta de rigor en el manejo de los datos.
            Al contrario, la lectura del crítico suizo Marco T. Bosshard, filósofo de formación que hace su carrera en Alemania, sigue la buena recepción que ha tenido mi libro de parte de los científicos sociales que, a pesar de que son muy exigentes con las evidencias empíricas, no destacaron los detalles que preocupan a Dorian Espezúa y elogiaron los aportes teóricos y metodológicos de mi investigación. El politólogo Carlos Franco y el historiador Nelson Manrique, quienes recomendaron la publicación del entonces manuscrito al Fondo Editorial del Banco Central de Reserva, coinciden en señalar que el mayor mérito del libro radica en que en él se lleva a cabo una novedosa relectura del indigenismo. Por esta misma razón, el Instituto Francés de Estudios Andinos, centro de investigación de científicos sociales de primera línea, aceptó coeditarlo sin mayores trámites. Más tarde, la introducción y los capítulos 4, 5 y 6 fueron utilizados en el taller interactivo: Prácticas y Representaciones de la Nación, Estado y Ciudadania en el Perú del Proyecto Cholonautas del Instituto de Estudios Peruanos.
            Pedir una mayor atención al aspecto literario del Boletín Titikaka es pedir peras al olmo. Por un lado, en la introducción de mi libro expresé con claridad meridiana que iba a dejar de lado el espíritu celebratorio sobre la propuesta estética del Boletín Titikaka llamada “vanguardismo indigenismo” que evidencian muchos estudios que precedieron a Indigenismo y nación. Por otro lado, señalé que iba a enfocar mi trabajo en el estudio de las contradicciones y ambigüedades del discurso indigenista del Grupo Orkopata. Para conseguir mis propósitos puse énfasis en el estudio de los ensayos y cuentos cortos que contiene el Boletín Titikaka.
El cambio de enfoque me planteó desafíos metodológicos y teóricos. Las metodologías y teorías de la crítica literaria tradicional no me servían de mucho para el tipo de análisis que decidí emprender. Junto a esta constatación, era evidente que la modernización que llevaron a cabo los Orkopata no sólo se desplegó en el ámbito de la literatura y el arte con la adopción de la estética vanguardista. También los Orkopata modernizaron su manera de aprehender y entender la realidad andina y continental con el marxismo, el psicoanálisis y la etnografía. Por eso utilicé herramientas metodológicas y categorías de los estudios subalternos y la antropología postmoderna que me ayudaron a analizar situaciones y asuntos poco atendidos por la crítica literaria tradicional.
            De otra parte, inicié mi investigación sobre el grupo Orkopata determinado por un imperativo ético que exigía enfocar las ambigüedades y contradicciones del indigenismo que se hacían más patentes debido al fortalecimiento de la gestión de organizaciones aymaras y quechuas en los últimos años. Por esa razón otro de mis propósitos, con el análisis del discurso indigenista, era deconstruir las buenas intenciones de los indigenistas de todos los tiempos y proponer una relación más horizontal entre artistas e intelectuales y los movimientos aymaras y quechuas contemporáneos. Generalmente, se olvida que el indigenismo se caracteriza por ser un discurso de representación de seres humanos vivos que han sido y son las mayores víctimas de las contradicciones de una sociedad tan desigual como la peruana. Si bien los aymaras y quechuas han ganado ciertos beneficios gracias a su gestión y sus defensores, los que han sacado mayor provecho siempre han sido los indigenistas.
Por último, considero que la celebración del “vanguardismo indigenismo” se ha constituido en una cortina de humo que oculta la dimensión sociopolítica del indigenismo y de algún modo justifica el orden existente. Me explico. El reconocimiento del “vanguardismo indigenismo” como el máximo logro del grupo Orkopata está aceptando como suficiente la modernización estética y olvida que se necesita emprender modernidades alternativas que produzcan un cambio positivo de otras dimensiones de la realidad andina peruana. Las recientes manifestaciones de violencia ocurridas en el altiplano puneño son una prueba contundente de que hay problemas que no son entendidos y tampoco quieren ser resueltos por los grupos de poder de turno. Además, el aislamiento de lo literario y/o estético traiciona el proyecto de vida de Gamaliel Churata. El autor de El pez de oro no solamente se consideraba un artista vanguardista, junto a los demás miembros del grupo Orkopata, también estaba seguro de formar parte de la vanguardia política de su época. Si bien no se tiene noticia de su militancia partidaria, su cercanía ideológica a José Carlos Mariátegui y al primer Haya de la Torre hizo que las dictaduras de Sánchez Cerro y Benavides lo condenaran al exilio boliviano que duró 38 años. En Bolivia, Churata trabajó como asesor de políticas indigenistas del gobierno boliviano y como periodista que las promovía. De modo que así como a mí se me acusa de olvidar la dimensión literaria de la propuesta del Grupo Orkopata yo diría que los estudios que hacen una aproximación meramente estética soslayan negligentemente la dimensión política del indigenismo a la que tanta importancia le daba Churata.

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