Thursday, February 26, 2015

Incaismo aymara


E. Gabrielle Kuenzli. Acting Inca. National Belonging in Early Twentieth-Century Bolivia. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2013. 194 pp.

Existe una tradición de investigación bien establecida sobre los incanismos en los Andes Centrales. Los especialistas han encontrado discursos incanistas de élites criollas e indígenas y sectores populares en Bolivia, Ecuador y Perú. Han sido enunciados en diversas variedades de castellano y quechua en la literatura, el teatro, la danza y la tradición oral. Se les ha llamado incanistas por que recuerdan a los Incas como una civilización sofisticada que eliminó el hambre, estableció un sistema de gobierno con tendencias igualitarias y respetó las costumbres, religiones y valores de los pueblos que conquistaban.

El libro de E. Gabrielle Kuenzli es una contribución a los estudios incanistas. Ella investiga los incanismos de aymaras y élites indigenistas de una región boliviana y un periodo específico que no habían sido debidamente estudiados. Es decir, el libro de Kuenzli aborda los incanismos de los pobladores de la localidad de Caracollo del Departamento de Oruro, Bolivia. Estos incanismos aymara se llevaron a cabo principalmente en obras de teatro. Kuenzli enfoca su investigación en las representaciones hechas inmediatamente después de la guerra civil de 1899 y durante la última década del siglo XX. Desde su aproximación etno histórica contextualiza a estos incanismos y establece sus conexiones con discursos racistas y de etnicidad vigentes. Para ser más precisos, E. Gabrielle Kuenzli escoge como punto de partida de su investigación la guerra civil entre liberales y conservadores que tuvo lugar en 1899 en la República de Bolivia. Su punto de llegada es la coyuntura actual en la que gobierna el presidente de origen aymara Evo Morales.

Según Kuenzli en la guerra civil de fines de siglo XIX, los aymaras bolivianos dirigidos por sus caciques apoderados (Pablo Zárate Willka, Juan Lero) decidieron apoyar a los liberales. Sin embargo, luego de ganar la guerra civil, los liberales no cumplieron los promesas que les hicieron a los aymaras. Al contrario iniciaron una campaña de terror para que dejaran de exigir el cumplimiento de sus compromisos. Exageraron hechos aislados de mucha violencia como una masacre de un pelotón conservador de Sucre formado por estudiantes. Los acusaron de iniciar una guerra de castas que tenía el propósito de instaurar un gobierno autónomo.

La invención de la guerra de castas tuvo éxito. Los conservadores olvidaron sus diferencias políticas y, privilegiando sus intereses económicos comunes, apoyaron la campaña de terror iniciada por los liberales. Después de muchas masacres de aldeas aymaras la mayoría de los caciques apoderados fueron apresados y unos cuantos fueron ejecutados a manera de escarmiento. Inmediatamente después empezó el mayor proceso de usurpación de tierras comunales aymaras por parte de hacendados liberales y conservadores. La historia oficial ha tratado de guardar silencio sobre la alianza entre comunidades aymaras y el Partido Liberal que hizo posible su victoria sobre el Partido Conservador. Sin embargo, la historia regional y las élites de Sucre siguen recordando con amargura esta guerra como el inicio de la pérdida de su hegemonía económica y política. Además temen que disminuya mucho más con los sucesivos gobiernos del presidente Evo Morales que son apoyados por ciudadanos aymaras.

Kuenzli añade que los aymaras, lejos de rendirse, continuaron luchando por sus derechos a principios de siglo XX. Utilizaron el poder judicial para recuperar sus tierras de los usurpadores, continuaron sus revueltas y quisieron contrarrestar las narrativas de demonización en contra de ellos. Por eso crearon una serie de presentaciones donde los Incas eran los protagonistas. Con su asociación con los Incas querían eliminar la categoría indio que se les aplicaba en el lenguaje racial. Atribuirse la identidad inca significaba blanqueamiento, modernización y progreso. También al establecer la conexión con los logros de una civilización que era admirada por conservadores y liberales disminuían los estereotipos negativos que les atribuían. Es decir, pretendían limpiar su imagen de violentos y salvajes que la campaña de demonización había consolidado.

Los aymaras, en estas presentaciones incanistas, querían demostrar que eran civilizados y modernos, tenían una historia local y estaban insertos en la historia universal. Kuenzli añade que en estas puestas en escena, los aymaras estaban indicando que eran capaces de hacer teatro, el género literario más prestigioso en la época. El teatro gozaba del aprecio de todos los sectores sociales a principios de siglo XX. La mayoría de pobladores atendía a los teatros para aprender y entretenerse. Era concebido por todos ellos como un arte civilizado.

Kuenzli recuerda que la apropiación del pasado Inca de parte de los aymaras era muy arbitraria. Si bien la etnohistoria y la lingüística histórica han demostrado que el origen de los incas es proto aymara, el desarrollo de la civilización inca siempre ha estado más relacionada con los quechuas. Recuérdese que los incas escogieron el runasimi como lengua franca y por esa razón los quechuas contemporáneos peruanos han sido declarados, sin mayor discusión, sus herederos directos. Así se hace evidente que élites indigenistas y aymaras realizaron una maniobra artística y política ingeniosa. La atribución de un pasado esplendoroso al pueblo aymara buscaba su inclusión en la formación del Estado-Nación boliviano del siglo XX. Los aymaras en tanto modernos y civilizados merecían pertenecer a la nación boliviana en calidad de ciudadanos. De esta manera, la aproximación de Kuenzli contrasta con los estudios de representaciones del Inca (Nathan Wachtel y Raquel Chang Rodríguez, entre los más conocidos) que subrayaban su aspecto de resistencia y nostalgia por el imperio de los Incas.

El análisis del teatro sobre los Incas de Caracollo emprendido por Kuenzli considera varios aspectos. Primero encuentra diferencias comparándola con obras incanistas de otras regiones de Bolivia. Segundo analiza sus especificidades y los propósitos de la escenificación de la obra. Tercero, hace un estudio social de los actores y productores. Por último hace un rastreo histórico de la recepción de la obra por diferentes audiencias. Para desarrollar su análisis en los cuatro pasos señalados compara una producción de principio de siglo XX con otras de fines del siglo XX.

A diferencia de otras versiones, la representación del Inca de Caracollo tiene una duración de tres horas y se realiza en castellano y quechua durante las celebraciones de la virgen del Rosario. Es notoria la ausencia de la lengua aymara. Sólo se encuentra una sutil referencia a la deidad aymara Kollana. La obra tiene tres actos. En el primero los cristianos son capturados por moros y luego tiene lugar la reconquista de la península ibérica. El segundo es un monólogo de Cristóbal Colón donde habla de sus planes de navegación. En el tercer acto Francisco Pizarro hace el requerimiento, el Inca Manco Kapac no entiende la letra del documento y luego es asesinado. Según Kuenzli, el tema central es el alfabetismo. La puesta en escena demuestra que el peor error del Inca fue no saber leer. Su analfabetismo provoca su muerte y el colapso del Tawantinsuyo. En otras palabras, en la obra de teatro se aboga por el alfabetismo y la educación como pasos necesarios para ejercer la ciudadanía en el Estado nación boliviano.

La incorporación de la guerra de los castellanos contra los moros, Cristóbal Colón y el Inca Manco Kapac le permiten a Kuenzli concluir que la pieza teatral tiene varias audiencias. Para los aymara de Caracollo la obra es una manera crear historia local y les permite sentirse parte de la historia universal en cuanto narra eventos de varios imperios. En contraste, nota que varios intelectuales aymaras contemporáneos de La Paz practican un revisionismo histórico. Ellos desechan la historia universal de los dos primeros actos y enfocan su reflexión solamente en el tercer acto para encontrar antecedentes de un proyecto de gestión y autonomía aymara. Aunque la representación del Inca todavía se realiza y da orgullo local, Kuenzli reconoce que está perdiendo vigencia. Hay un desplazamiento social en el grupo que la produce. Las élites aymaras locales ya no tienen toda la responsabilidad sobre su escenificación. Las personas involucradas en las obras son foráneos y de posiciones económicas y sociales más bajas. Por último, los aymaras contemporáneos están construyendo sus identidades culturales y sociales en otras formas culturales, diferentes al teatro, como la música y la danza.

Para terminar, Acting Inca es un fascinante libro que hace una lectura del pasado desde un presente en el que los aymaras ejercen poder político. La autogestión aymara es el resultado de una constante lucha con avances y retrocesos que les ha llevado cien años. Kuenzli señala que el antecedente más claro en el periodo republicano se encuentra en la guerra civil boliviana de 1899. Demuestra que los aymaras han tenido distintas posiciones económicas y sociales. Desde esta posiciones recuerdan un pasado local y universal con el propósito de ejercer una ciudadanía que la vienen alcanzado en la democracia representativa de la República boliviana. De esta manera matiza los estudios que asociaban memoria e identidad. Introduce una perspectiva en la cual cobran más importancias las relaciones entre memoria y ciudadanía.

Ulises Juan Zevallos Aguilar
Ohio State University.