Javier Castellanos Martínez ha tenido la gentileza de autorizar la circulación de un fragmento de su primera novela que está en pleno proceso de traducción al inglés. Esta buena noticia sigue a la otra de la que se dio cuenta en este blog. La segunda edición acaba de salir en México.
CANTARES DE LOS VIENTOS PRIMERIZOS
[De Wila che be ze lhao/Cantares de los vientos primerizos: Novela zapoteca, selección del Capítulo 5, "Segunda Revelación," pp. 100-106, y del Capítulo 6, "Tercera Revelación," pp. 123-128. Colección Letras Indígenas Contemporáneas. México, D.F.: Editorial Diana/CNCA/DGCP, 1994.]
SINOPSIS: Esta es una novela bilingüe que trata del regreso a su pueblo de un zapoteco que había estado en la ciudad de México, al llegar reconoce sus raíces, simbolizado en una extraña mujer, quien sufre de alucinaciones, que ella revela y que son historias de sus antepasados. El siguiente se inicia con una de esas revelaciones.
del Capítulo 5, "Segunda Revelación"
Cuando mis antepasados llegaron por estos lugares, no por ello terminaron las penurias provocadas por la llegada de los de Castilla; ya que al poco tiempo de que se establecieron mis abuelos, no pasó mucho cuando hasta aquí llegaron los extranjeros y a partir de entonces todas las actividades estuvieron sujetas a las necesidades de estos. Se sembraba semillas y se criaban animales que ellos necesitaban y cuando era mucha su necesidad, pagaban bien, y cuando no, así mismo era su precio. En ese tiempo fue cuando toda esta región se llenó de nopales del cual quitaban la cochinilla, la ponían a secar y luego la molían y ese polvo era lo que compraban los de Castilla. Trabajos de este tipo tuvieron que hacer los viejos sa[1] con tal de mantenerse y pasar esa época de destrucción; ya que cuando los de Castilla lograron fortalecerse, hasta nuestras creencias pretendieron borrar y para ellos nos obligaron, incluso, a mantener a sus sacerdotes y cuando tuvieron más poder nos obligaron a que hiciéramos y pensáramos como ellos.
Así estaban las cosas por estos pueblos cuando se inició la pelea allá en los pueblos xhon Ellos cuando rompieron su indecisión optaron por expulsar de su región a los de Castilla; el pueblo de Ljaxilla se puso a la cabeza y fortaleciendo a su corazón y mente y con la fuerza y aliento de sus antepasados lograron en un momento lo que querían, y con tal de lograrlo recorrieron la tierra de los benexidsa, visitaron pueblos donde todo es llanura, en busca de ayuda llegaron a los nuestros.
Cómo sería el conocimiento de aquellos hombres que cuando sus gobeza[2]s llegaron a este pueblo se dirigieron directamente a la casa de los atrevidos y decididos y de esa manera visitaron la casa de mi viejo padre; él, por su condición de hombre, aceptó inmiscuir su persona en el problema que enfrentaba su pueblo e hizo lo que le correspondía hacer y hasta donde pudo en aras de la hermandad.
Cuando terminó el conflicto, cuando estaban confiados en la paz y amistad, palabras que usa el extranjero, y todo parecía estar pacífico, entonces cayeron los soldados de Castilla y en una oscura noche detuvieron a mi viejo antepasado y sin que nadie se diera cuenta fue amarrado y sacado de su casa, para llevarlo a Villa Alta.9 Y teniendo miedo de que en el camino fuera liberado, cambiaron de rumbo, al cabo que ellos iban montados en bestias y el que caminaba era mi padre. Así atravesaron la tierra mixhe hasta llegar a Yarharhj y de allí se desviaron para llegar al pueblo Tabaa-Yaxhove, en donde los esperaba otra partida de soldados que lo llevaría hasta Villa Alta. En este pueblo ya se había hecho costumbre ir a visitar a los prisioneros que eran conducidos a esa Villa, y así fue como llegó una anciana a visitarlo y le dijo tratando que sólo él entendiera: "Hasta allá abajo hay un río que tienen que cruzar utilizando un paso de bejucos, ahí es que puedes escapar si lo has pensado; río abajo hay gente que te puede ayudar."
Cuando salieron del pueblo Tabaa-Yaxhobe, rumbo a Villa Alta, mi viejo padre fue nuevamente amarrado. Casi medio día caminaron para llegar al gran río que los esperaba, crecido terriblemente porque eran tiempos de lluvias. Como le había dicho la anciana, sobre el río estaba tendido un gran manojo de bejucos para cruzar caminando; a fin de sostenerse con las manos, colgaban a los lados otras dos o tres tiras de bejucos. Las gentes que tendieron este paso habían buscado una de las partes más estrechas del río, por eso lo tendieron en un cañón; el puente quedó a una gran altura y el río estaba a gran profundidad. Por eso cuando llegaron al río, los custodios de mi antepasado, a querer o no, lo desataron; la mitad de la partida atravesó primero y luego lo hicieron pasar a él, ya que sólo podían pasar de uno en uno.
El pobre prisionero que aún pensaba en su libertad recordó las palabras de la vieja zapoteca y ya decidido cuando llegó a la mitad del puente de bejuco, se detuvo con decisión y volviéndose hacia ambos lados les gritó:
—Este día será testigo de mis palabras: ustedes que me han traído hasta acá verán que el día de mañana, aunque hayan concluido sus días o lleguen finalmente a morar a un lugar donde haya entendimiento, sufrirán al ver que hasta la descendencia de ustedes recibirá los frutos de lo que hoy siembran sólo por creer que lo de ustedes es único, porque nos ven a nosotros crecer junto a hierbas, pero hasta ellas se rebelarán si ustedes siguen así.
Cuando terminó de decir esto se lanzó al río.
Qué cosas no habrá visto mientras lo arrastraba el río. Sólo porque existe quien nos cuida y porque desde niño hubo quien hizo pedimentos para él, no perdió su vida en ese turbulento río. Fue ya hasta la tierra de los xidsa en donde pudo internarse tranquilamente en tierra. Ahí empezó a encontrar gente y cuando preguntaba por su pueblo nadie sabía darle razón; no sabían que su pueblo había quedado totalmente en el otro extremo y ni siquiera habían oído hablar de ese pueblo. Después encontró gente a quien le confió su situación y de ahí mismo surgió quien le ayudó; una de estas gentes era de Rhacheyerha y se encaminaron hacia allá en donde hablaron con la cabeza de este pueblo y él a su vez con la gente ciudadana y así fue como se quedó por esos lugares, poco a poco se halló hasta que olvidó a los suyos y de esta manera mis antepasados llegaron a la región Rhe'ja.
Aquí nació Lia Kaxhon, que fue una de las nietas de la persona de quien he estado platicando. Ella fue la primera en poner de pie las palabras de su abuelo y no es que él le haya inculcado el odio hacia los de Castilla por lo que le habían hecho, no, nada de eso fue, lo que pasó es que el gran Bezelhao, los montes y los ríos que también escucharon aquella vez y que también saben discernir entre lo justo y lo injusto y deciden el momento de expresar su parecer, y gracias a ello, las palabras del viejo abuelo no se desperdiciaron, las palabras que dijo cuando se arrojó al río. La nieta, la que tenía como apellido Kaxhon, porque era descendiente del que arrastró el río de los xhon, cuando se hizo mujer joven empezó a trabajar comprando y vendiendo cosas; para eso viajaba a Yaze'e[3] y desde allí traía pescado, camarón y otras cosas que se daban en esas tierras. Por esos años y andando en sus diligencias conoció a los retoños de Goziobe20 y empezó a comprender la situación que se estaba viviendo al lado de unas gentes que no comprendían el hecho de ser diferentes y que aprovechaban esa situación para arrebatar a los pueblos los medios para vivir. Por esa época, en Yaze'e, se empezó a discurrir la forma de hacer desaparecer la mala vida que estos señores a la fuerza imponían, a través de obligar a la gente a sembrar lo que a ellos se les ocurría o a criar animales que ellos necesitaban, y luego ellos mismos decidían lo bueno y lo malo, y de esta manera lograron hacer desaparecer de las casas el bejaga[4], ya que en esos tiempos ese animal se criaba como hoy se cría un cuche o un guajolote; como a ellos no les gustó, lo prohibieron, por eso ahora ese animalito sólo vive en el campo; en cambio, casi obligaron a la gente a que cuidaran al bchhenbia[5], que es el que vive en el nopal, que aunque nuestros antepasados lo utilizaban a veces para pintar, cuando los de Castilla lo supieron, comenzaron a exigir que todos que lo criaran para que no faltara, pero siempre imponiendo el precio que a ellos les convenía. Lo peor de todo es que a veces ni lo compraban y había hermanitos que ya todo su esfuerzo lo habían puesto en la siembra de nopales y esto en lugar de felicidad traía hambre. Así mismo acostumbraban darles hilo a las señoras para que tejieran, con la promesa de ir a medias de lo que saliera; pero una vez hechas las mantas, cualquier cosa era pretexto para no hacer la repartición igual y otra vez el trabajo era en vano; al colmo llegaban, cuando ya nos debían y en lugar de pagarnos nos entregaban algún burro o caballo como pago, pero a como estaban las cosas entonces, no había tiempo ni lugar para cuidarlos ni había donde trabajarlos, por lo que a estos pobres animales acabábamos entregándolos y el trabajo que nos debían, perdido.
Así, de ese tamaño fue el sufrimiento que vio nuestro pueblo sólo por ser tolerante y resignado, por ser fieles a continuar un camino trazado por el conocimiento antiquísimo que hoy parece demasiado andado y trillado, pero aún así no faltaron hombres que sufren por lo que es suyo y empezaron a organizarse para expulsar al mal extranjero. Dónde andaría Lía Kaxhon que los conoció y fue ella quien llevó estas ideas y las regó entre los zapotecos de Rhe'ja, principalmente en su pueblo Rhacheyerha, y de esta manera se iba cumpliendo la palabra, ya que con el tiempo al pueblo de Rhacheyera, también llegó un descendiente de uno de los capitanes que llevaron prisionero al abuelo de Lía Kaxhon. A este descendiente de Castilla le decían Reynozo. Este Reynozo se sentía muy fuerte en esos tiempos porque nadie se atrevía a levantar la cabeza o a mirarlo cuando él pasaba. Pero no sabía en lo que Lía Kaxhon hacía mientras ofrecía su pescado y camarón. En cada pueblo que iba ya tenía a gentes decididas y había acordado con los de Yaze'e que cuando ellos empezaran, lo mismo harían por aquí. Por eso, cuando llegó el momento, aquí en la sierra, en el pueblo que hoy llaman Capulalpan, antes ella ya había dicho: "Ya es hora de que se detenga la dominación de los de Castilla." Seguido se le oía que reclamaba a los hombres: "Si ustedes no se atreven, vayan a preparar alimentos para nosotras las mujeres y veremos la manera de escapar de esta soga que nos sujeta a nosotras y a nuestros hijos y nietos". Ella escogió este pueblo para iniciar lo que también en Yaze'e había sucedido, porque sabía que en ese tiempo estaban encarcelados unos hombres acusados de que habían ido a desatar las bestias de Reynozo, que las tenía en la tierra de Rhacheyerha, por eso cuando dijo: "Vamos a sacar a los hombres que están en la cárcel," todo el pueblo se fue a tirar la prisión de los hombres.
Cuando las gentes de Castilla que vivían en este pueblo supieron de eso, sólos corrieron juntamente con los que antes ya se les habían unido; de esa manera el de Castilla salió del pueblo de Capulalpan. Cuando le llegó su turno a otro día, cuando se enteró el que digo que le decían Reynozo de lo que había sucedido, inmediatamente partió con soldados pensando en castigar a la gente, pero nada de eso logró. Yo sé que cuando llegaron al pueblo de Capulalpan, allí ya estaban todos esperándolo, preparados para aclarar la situación: el que no traía su machete, traía su honda o algún buen palo y los más, simples piedra en su morral. Por eso cuando entraron los soldados de Castílla y vieron aquello, no se atrevieron a pegar con su espada a como estaban acostumbrados, por más que el Reynozo les ordenaba ¡detengan a todos los hombres! Y es que las gentes de ese pueblo ya estaban decididas y preparadas para defenderse. Al frente de ellos estaba esa mujercita que se llamó Lía Kaxhon y sólo ella hablaba incitando a su pueblo para que no entrara el temor, y llegó un momento en que resueltamente se fue a parar frente al caballo del Reynozo y le regañó así: "¡Deténlos tú, si crees que es correcto imponernos carga y provocarnos dolor, anda!'1 Cuando el Reynozo oyó esto, enfurecido bajó inmediatamente de su caballo, todavía su pie no estaba en el suelo cuando Lía Kaxhon agarrándolo fuertemente lo arrojó hasta allá. En ese momento también el pueblo empezó a atacar. Fue entonces cuando el soldado extranjero huyó de esas tierras, cuando Lía Kaxhon personalmente abofeteó a Reynozo y le dijo estas palabras: "¡para que sepas que no es que no podamos ser como ustedes, sólo que nuestra hambre no es tan grande como la de ustedes, nos conformamos con vivir ¿qué más podemos pedir? Son ustedes los que hasta de su imaginación han buscado sus necesidades y nosotros, los que sufrimos para complacerlos. Ahora, de eso nuestra voluntad ya tropezó, encuentren su camino y váyanse, hemos decidido no tolerarlos.!"
Al decir esto, arrojó tan lejos al Reynozo que fue a dar a las patas de su caballo, que paciente, allí esperaba. Él ya no quiso permanecer más, lo montó rápidamente y se fue.
Hasta allí llegó el atrevimiento de Lía Kaxhon. Creyó entonces que ya nadie iba a tolerar al de Castilla, porque era un acuerdo de todos, en Yaze'e, en los pueblos del valle y en los pueblos de este lado. Como ella misma dijo, nosotros aceptamos gustosos el hecho de tener vida y estamos contentos con ello.
Sin embargo, los de Castilla, no satisfechos con lo que sucedía y dispuestos a no perdernos, porque para entonces nosotros los alimentábamos, mientras estuvieron fuera de la región meditaban en la manera de regresar. Como no podían hacerlo con soldados, utilizaron a sus sacerdotes; ellos se dedicaron a recorrer los pueblos invitando a olvidar lo sucedido porque el rencor no es bueno; insistían que eso ya no iba a suceder y que volviera la paz. Así sucedió, cuando los pueblos se pacificaron, otra vez los ejércitos de los de Castilla cayeron sobre nosotros y de nuevo mostraron lo que en realidad son. Cuando se sintieron seguros de ser los ganadores hasta entonces detuvieron a los principales, entre ellos a Lía Kaxhon, y sobre ellos descargaron su rencor y coraje por haber estado un año sin comer de nuestro sudor. Fue grande la deuda que contrajo Lía Kaxhon por haber intentado que tuviéramos una vida mejor de la que llevábamos hasta entonces. Los paisanos, así como eran siguen siendo, cuando vieron que los de Castilla ya eran ganadores, ya nadie quiso comprometerse, mientras Lía Kaxhon pagaba: le quemaron la cabellera aún estando viva, le quemaron la lengua, le cortaron una mano y tantas otras cosas que le hicieron sufrir. Así mismo pagaban los otros principales de Yaze'e y de Rhacheyerha.
Hoy platiqué la historia de mi hermana mayor, de la que aún traigo su sangré y por lo mismo su carácter y su bondad, si es que yo quisiera ser bondadosa, pero no lo soy ni lo seré porque sé que desde que llegaron los de Castilla hemos sido anulados. Nuestra simiente ya no crece por eso no quiero afligirme en cumplir con lo que esta dicho que es mi deber, aunque sé que me espera un castigo por no cumplir, pero no me importa, olvidaré a mi pueblo.
Cuando Trhon Lía terminó de contar ésta su historia, me quedé pensando en eso con miedo y me preguntaba sobre esta mujer y en eso estaba cuando oí su voz, daba la impresión de que hasta entonces notaba que allí estaba yo, junto a ella, y me preguntó:
—¿Aquí estás sentado?
—Sí, aquí estoy—le contesté.
Se me quedó mirando fijamente. Se notaba en sus ojos que ya había regresado a su juicio, que ya era ella misma, la que yo conocía; ya pude ver en sus pupilas ese dejo de tristeza que siempre trae.
— Qué insignificante te parece la vida de los demás ¿verdad?— dijo resaltando más esa tristeza—Qué tal si yo hubiera creído en tus palabras y hubiera dejado a mi esposo. Porque ahora veo con qué placer te trajiste y te paseas con tu mujer, ¡carroña seas!
Después que me lo dijo, se paró y salió del tendajón. Me desconcertaron sus palabras, pero inmediatamente me paré para seguirla. Cuando llegué al camino, vi que ya iba hasta arriba; el ver los hermosos movimientos que hacía su cuerpo al caminar deprisa me hizo olvidar lo que había dicho y, sonriendo, me di cuenta que cada día me gustaba más. Con esta idea decidí regresar a la casa de la señora Larhia a seguir tomando.
Estando solo y tomando no pude pensar en Trhon LÍa y sus historias, en lugar de ella llegó a mi pensamiento la idea de que la antropóloga fuera realmente mi esposa. Y empecé a imaginarme la forma de hacerla mi esposa y la posibilidad de que ella aceptara. Así estaba cuando llegaron otros paisanos a tomar. Los invité y la borrachera se volvió formal.
No sé cómo salí ni como pude llegar al cuarto donde dormíamos.
Al otro día, cuando me levanté, lo primero que hice fue dirigirme al cuarto donde cocina doña Madarhen. Ya estaba ahí la antropóloga tomando una taza de café y cuando me vio, haciendo una mueca de enojo, me dijo:
—Vas a ver, ¿por qué no me has dicho que en ese pueblo hay fiesta?—Y señalaba rumbo a Lachelao.
—Es hasta hoy en la noche que empieza la fiesta—le contesté—, pensaba decírtelo hoy, por si te animabas a ir.
— Sí, sí, vamos, claro. Me fascinan las fiestas indígenas — dijo alegremente.
—Está bien, terminando el almuerzo nos vamos—le contesté, pues a mí nada me apuraba, porque el trabajo lo íbamos a hacer entre los dos.
Y así fue, pasado el almuerzo nos echamos a caminar para ir a la fiesta. Cuando íbamos en la subida, ya para llegar a Lachelao, la mujercita empezó a fatigarse y tuvimos que ir despacio para que ella aguantara. Ahí empezaron a alcanzarnos mis paisanos que también iban a la fiesta, se reían de nosotros simpáticamente y no faltó quien se hiciera escuchar:
—Qué bonito que a esta mujer le guste venir a estos lugares, ojalá que se quede para siempre en nuestro pueblo.
— Así va ser — les decía yo.
Me sentía contento y orgulloso porque creían que la antropóloga era mi mujer.
Cuando llegamos al pueblo donde estaba la fiesta, fuimos un rato a la iglesia, luego a ver los músicos y a mirar los pocos puestos de vendedores que allí había. Así anduvimos hasta que se fastidió la pobre mujer. Tal vez ella se había imaginado una gran fiesta por lo que le había contado Doña Madarhen, y es que a una paisana que nunca ha salido de la región cualquier cosita se le hace mucho, pero para la antropóloga, acostumbrada a una infinidad de espectáculos, ir de un lugar a otro pronto se le hizo aburrido y a mí sólo se me ocurrió decirle "vamos a tomar un refresco."
Al llegar a la tienda, había mucha gente tomando. Los que eran de ese pueblo se animaron a preguntar de dónde veníamos. Cuando les explicamos la actividad a la que nos dedicábamos, contentos nos empezaron a dar de tomar lo que ellos tomaban. Yo, por mi parte, algunas tomaba y otras no; en cambio, la linda mujercita tomaba todas, creyendo que era serio lo que uno de estos señores había dicho:
—Aquí la costumbre es que debes tomar todo lo que te dan, porque si no lo haces, quiere decir que nos desprecias.
Y creyendo eso, se tomaba todo, la pobrecita. Cuando salimos de allí ya iba bastante borracha, pero todavía fuimos a escuchar los maitines que interpretaba la banda de música de ese pueblo, y al rato, cuando nos dio hambre, nos fuimos a la Casa de la Comisión. Ya hasta esa hora sentíamos que se estaba animando la fiesta, quemaron fuegos artificiales. Nos fuimos a parar cerca de la banda y allí también nos regalaron de tomar. Para entonces ella ya mostraba cansancio y yo, por mi parte, cuando fuimos a tomar el refresco en esa tienda, le había dicho al dueño que ella era mi esposa, por lo que le pedí un lugar para descansar y el ya había dicho que sí, por eso me atreví a decirle:
—Nos vamos a dormir.
— ¿Dónde? — Preguntó.
—Yo sé donde—le contesté.
—Qué prevenido eres ¿eh?—dijo—Vamos, pues. Y de esta manera me la llevé y en el trayecto pasé a comprar más licor para seguir tomando. Cuando llegamos a la tienda, el dueño nos condujo a un pequeño cuarto donde nos iba a dejar dormir y efectivamente ya estaba preparado porque allí había una cama y sobre ella unas cobijas dobladas. Yo inmediatamente empecé a servir lo que llevaba para tomar y a soltar las intenciones que traía.
—Linda antropóloga, qué decisión podrías tomar, teniendo en cuenta que tú eres gente de ciudad y que yo soy de estos lugares, soy indígena, como ustedes dicen, y ahora quiero que te atrevas a dormir conmigo, tú como mujer y yo como hombre.
Aunque se turbó cuando oyó esto, nada más un momento se quedó callada e inmediatamente me contestó.
—Mira, Jaime—dijo seriamente—yo no he visto donde esté escrita la ley que hace a los seres humanos diferentes como para que digamos éste es indio, éste es mexicano e este otro es europeo; para mí, desde el momento en que nacimos tenemos los mismos derechos, sólo que la ambición humana es la que ha dividido a la humanidad...
Ella tenía muchas ganas de platicar y su plática era interesante, pero yo, que ya tenía al diablo adentro, no tenía intenciones de escucharla, por lo que corté bruscamente el hilo de su conversación.
—Lo que yo te estoy proponiendo es que si te atreverías a que juntos le demos satisfacción a nuestros cuerpos.
—¡Ahí—exclamó—ya sé a dónde quieres llegar, pera eso es lo de menos, a mí eso no me asusta, eso es lo mas común entre los seres vivo si pero cada cosa en su lugar y en su momento. Para eso debe haber mutua simpatía, cosa que yo siento que todavía no la hay, ya que de otra manera, nos puede causar dolor.
—¿Por que nos va a traer dolor?—le dije, ya. bastante excitado — Tú me gustas mucho.
—Despacio, Jaime, todo es posible, espera un momento — dijo y siguió plática y plática.
Todavía la escuché otro rato y de pronto la empecé a acariciar; por un momento no dijo nada, pero cuando notó que era en serio, empezó a gritar.
—Cállate, por favor—le pedía yo encarecidamente, Y ella más fuerte empezaba a gritar, pidiendo ayuda y llamando a los policías. No pasó mucho rato y al poco se abrió la puerta. Al ver esto me enfurecí y al primero que entró al cuarto lo agarré violentamente, lo golpeé y ya tirado le di de patadas, bastante enojado, Cuando me di cuenta ya eran varios los que intentaban detenerme y aunque opuse bastante resistencia me vencieron, me levantaron en vilo y así me llevaron a la cárcel. Qué mujer ni qué fiesta, a la cárcel desde esa noche.
Al día siguiente me sacaron de la cárcel y me llevaron ante las autoridades del pueblo. Cuando llegué con ellos estaba allí también la antropóloga bastante enojada, y más cuando me vio llegar.
—Exijo que se me haga justicia, señor, ¿por qué este individuo me trató así?, ¿quién cree él que soy? Este tipo de personas no deben andar libres, creen que nosotras las mujeres somos objetos y que podemos estar a su disposición cuando a ellos se les antoje. Exijo justicia.
Decía todo esto muy enojada. La autoridad trató de apoyarme un poco.
—Debes calcular un poco la intensidad de tu voz—dijo el principal a la antropóloga—, porque, ¿qué es lo que buscas hasta estos lugares? ¿Qué esperabas al entrar sola al cuarto de un hombre solo?28¿Alguien te obligó?
Cuando oyó la mujer todo eso más se enfureció y empezó a buscar algo de entre su morral, sacó papeles que la identificaban como una persona que estaba haciendo un trabajo para el gobierno y mostrándoselos a las personas que allí estaban dijo:
—Miren, señores, yo ando aquí trabajando para una oficina del gobierno.
La autoridad apenas le dio una ojeada a esos papeles y se dirigió hacia nú.
—¿Y tú no traes algún papel que te identifique? Yo qué iba llevar papeles, pues de plano yo iba a la fiesta, y cuando se lo dije a la autoridad, los demás miembros se rieron diciendo que me parecía yo a ellos; porque nunca les dije que era yo del otro pueblo de enfrente. Entonces decidieron mandarme otra vez a la cárcel. Cuando iba saliendo todavía oí que le dijeron a la antropóloga.
—Ya te puedes ir tranquila, nosotros sabemos cómo castigarlos y nadie va a venir a enseñarnos.
Así fue que no pude disfrutar de la fiesta durante esos días, todos los pasé en la cárcel. Cuando acabó la fiesta me amarraron, me condujeron a Villa Alta y después de todo un día de camino, al llegar, otra vez a la casa de fierro.
[1] Gentilicio de los zapotecos en su propia lengua.
[2] Mensajeros en zapoteco
[3] Región del istmo
[4] Tepescuincle
[5] Cochinilla
Wednesday, June 11, 2008
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