Monday, December 24, 2018

Wiñaypacha y sus públicos.

Ulises Juan Zevallos Aguilar Chicago, Diciembre del 2018. Vi la película Wiñaypacha [Eternidad] (2017) del director de cine aymara Oscar Catacora en la sala Armando Robles Godoy del Museo de la Nación, en Lima, en julio de este año. Intenté verla dos veces. Las taquillas se agotaban con horas de anticipación. El día que puede ingresar, la sala estaba repleta. Aymaras establecidos en Lima ocupaban dos terceras partes de los asientos. Ver la película se convirtió en un evento familiar para ellos. Se podía distinguir a abuelos, hijos y nietos que se comunicaban en español y aymara. Durante la proyección hubo un silencio total. Cuando terminó la gente empezó a hablar. Las familias aymaras reconocieron lugares y costumbres en la película y escucharon su propia lengua por ochenta y ocho minutos. A varios no les gustó la película por ser demasiado triste, pero jóvenes aymaras universitarios comentaban que se podía percibir su densidad cultural en los nombres de actores, topónimos y el mismo título.

La segunda vez que vi Winãypacha fue en el Gateway Independent Film Center de la ciudad de Columbus, EEUU en el reciente octubre. Me encargaron hacer la introducción de rigor y dirigir el coloquio después de su proyección. La mayoría del público asistía al II Congreso de Lenguas y Culturas Indígenas que se llevó a cabo en el campus de la Universidad Estatal de Ohio. En mi introducción mencioné que Wiñaypacha trata sobre la vida cotidiana de una pareja de octogenarios aymaras, Willka (Sol) y Phaxi (Luna), que esperan el retorno de su único hijo Antuco. El título de la película señala que la cultura aymara supera todos los retos que le presenta el mundo actual. Además hice un resumen sobre los comentarios que realzan su calidad artística. El film no tiene el único mérito de ser la primera película de ficción en aymara. Es una opera prima minimalista que tiene conexiones con el neorrealismo italiano. Para esta escuela, lo importante era filmar una historia realista sin importar los límites de un presupuesto precario que obligaba a recurrir a la actuación de gente común y utilizar un mínimo de recursos cinematográficos. Los actores son los abuelos de Oscar Catacora, varios miembros de su equipo de producción fueron familiares, la película está constituida por tomas de cámara fija y la mayor parte de su grabación fue hecha con luz natural. También recordé sus aprendizajes del mejor cine japonés. En varias películas de Akira Kurosawa y Yazujiro Ozu los sonidos naturales y la naturaleza misma son personajes, exploran asuntos de familia, hay ausencia de música de fondo y las tomas son hechas con cámara fija con posiciones no convencionales.

El coloquio fue muy animado. Documentalistas presentes confirmaron su calidad cinematográfica. El resto de los comentarios se refirió al contenido. Entre ellos una colega coreana, un catedrático ancashino y un realizador de cine neoyorkino reconocieron que el film los había tocado personalmente. Coincidieron en apuntar que Wiñaypacha trata un problema importante de la condición humana actual. Es decir, la película representa la realidad del envejecimiento, los achaques que conlleva y la emergencia de un nuevo problema social. Debido a reformas o desaparición de sistemas de jubilación y pensiones, dobles o triples jornadas de trabajo de hijos y nietos, los ancianos son dejados a su propia suerte en todo el mundo. Añadí que la película alude a los efectos del calentamiento global y la sobrepoblación. La vida en el campo se hace imposible para las nuevas generaciones y cada vez aparecen más pueblos fantasmas en los Andes. Los jóvenes ya no pueden practicar la agricultura y ganadería y tienen que migrar a las ciudades para conseguir trabajo.

Acabo de enterarme que Wiñaypacha no ha sido escogida como semifinalista por los jurados de los premios Oscar de Hollywood y Goya de España. Si bien fue propuesta a ambos concursos, la película no cumple los requisitos básicos para estos dos eventos. Su tema y realización son complejos, se necesita sensibilidad cultural y social para apreciarla, su historia es chocante y solo conocedores de buen cine pueden reconocer sus valores artísticos.

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