Título: Indigenismo: estética y política
Autor: Juan Zevallos Aguilar
CELACP y Ohio State University
Sumilla: Generalmente, se olvida que el
indigenismo se caracteriza por ser un discurso de representación de seres
humanos vivos que han sido y son las mayores víctimas de las contradicciones de
una sociedad tan desigual como la peruana.
Pocas veces los autores tienen el privilegio de
que sus libros sigan generando comentarios ajenos y propios, en un excelente
medio de circulación masiva como Identidades.
Solo para recordarle al lector, mi libro Indigenismo
y nación. Los retos a la representación de la subalternidad aymara y quechua
(2002) fue comentado por Dorian Espezúa
Salmón (identidades 58), profesor de
las Universidades de San Marcos y Villarreal y por el crítico Marco Thomas
Bosshard de la Universidad Libre de Berlín (Identidades
59). Considero que sus juicios, más que a mi persona, aluden a
desplazamientos y cambios disciplinarios e institucionales que se están dando actualmente
en las humanidades y las ciencias sociales.
Las dos lecturas confirman los lugares de
enunciación en los que se sitúan los críticos. Aunque muchos especialistas en
literatura luego de oponerse a la propagación de los estudios culturales se han
inscrito dentro de él, no dejan de lado su formación de origen. Esto se hace
patente en la lectura de mi libro que hacen los literatos. Los pocos que han
hecho pública su opinión en comentarios y reseñas coinciden en señalar mi
descuido del estudio de lo literario. En especial, lectores puneños como Dorian
Espezúa, con cierto prurito filológico, se han ofendido por el cambio de nombre
en dos oportunidades de la mayor figura del parnaso lacustre, Alejandro
Peralta. Es comprensible su indignación por tal confusión con el nombre de un
poeta que apuntala el orgullo regional, pero es inaceptable que se haga
cuestión de estado con este hecho poco significativo al especular la existencia
de segundas intenciones en mi investigación, tratando de disminuir sus méritos.
El señalamiento de errores y limitaciones al principio del comentario no tiene
otro objetivo –me parece– que el de sugerir improvisación en la investigación y
falta de rigor en el manejo de los datos.
Al
contrario, la lectura del crítico suizo Marco T. Bosshard, filósofo de
formación que hace su carrera en Alemania, sigue la buena recepción que ha
tenido mi libro de parte de los científicos sociales que, a pesar de que son
muy exigentes con las evidencias empíricas, no destacaron los detalles que
preocupan a Dorian Espezúa y elogiaron los
aportes teóricos y metodológicos de mi investigación. El politólogo Carlos
Franco y el historiador Nelson Manrique, quienes recomendaron la publicación
del entonces manuscrito al Fondo Editorial del Banco Central de Reserva,
coinciden en señalar que el mayor mérito del libro radica en que en él se lleva
a cabo una novedosa relectura del indigenismo. Por esta misma razón, el
Instituto Francés de Estudios Andinos, centro de investigación de científicos
sociales de primera línea, aceptó coeditarlo sin mayores trámites. Más tarde,
la introducción y los capítulos 4, 5 y 6 fueron utilizados en el taller
interactivo: Prácticas y Representaciones de la Nación, Estado y Ciudadania en
el Perú del Proyecto Cholonautas del Instituto de Estudios Peruanos.
Pedir
una mayor atención al aspecto literario del Boletín Titikaka es pedir peras al olmo. Por
un lado, en la introducción de mi libro expresé
con claridad meridiana que iba a dejar de lado el espíritu celebratorio sobre
la propuesta estética del Boletín
Titikaka llamada “vanguardismo indigenismo” que evidencian muchos estudios
que precedieron a Indigenismo y nación.
Por otro lado, señalé que iba a enfocar mi trabajo en el estudio de las
contradicciones y ambigüedades del discurso indigenista del Grupo Orkopata.
Para conseguir mis propósitos puse énfasis en el estudio de los ensayos y
cuentos cortos que contiene el Boletín
Titikaka.
El cambio de enfoque me planteó desafíos
metodológicos y teóricos. Las metodologías y teorías de la crítica literaria tradicional
no me servían de mucho para el tipo de análisis que decidí emprender. Junto a
esta constatación, era evidente que la modernización que llevaron a cabo los Orkopata
no sólo se desplegó en el ámbito de la literatura y el arte con la adopción de
la estética vanguardista. También los Orkopata modernizaron su manera de
aprehender y entender la realidad andina y continental con el marxismo, el psicoanálisis
y la etnografía. Por eso utilicé herramientas metodológicas y categorías de los
estudios subalternos y la antropología postmoderna que me ayudaron a analizar
situaciones y asuntos poco atendidos por la crítica
literaria tradicional.
De
otra parte, inicié mi investigación sobre el grupo Orkopata determinado por un
imperativo ético que exigía enfocar las ambigüedades y contradicciones del
indigenismo que se hacían más patentes debido al fortalecimiento de la gestión
de organizaciones aymaras y quechuas en los últimos años. Por esa razón otro de
mis propósitos, con el análisis del discurso indigenista, era deconstruir las
buenas intenciones de los indigenistas de todos los tiempos y proponer una
relación más horizontal entre artistas e intelectuales y los movimientos
aymaras y quechuas contemporáneos. Generalmente, se olvida que el indigenismo
se caracteriza por ser un discurso de representación de seres humanos vivos que
han sido y son las mayores víctimas de las contradicciones de una sociedad tan
desigual como la peruana. Si bien los aymaras y quechuas han ganado ciertos
beneficios gracias a su gestión y sus defensores, los que han sacado mayor
provecho siempre han sido los indigenistas.
Por último, considero que la celebración
del “vanguardismo indigenismo” se ha constituido en una cortina de humo que
oculta la dimensión sociopolítica del indigenismo y de algún modo justifica el
orden existente. Me explico. El reconocimiento del “vanguardismo indigenismo”
como el máximo logro del grupo Orkopata está aceptando como suficiente la
modernización estética y olvida que se necesita emprender modernidades alternativas
que produzcan un cambio positivo de otras dimensiones de la realidad andina
peruana. Las recientes manifestaciones de violencia ocurridas en el altiplano
puneño son una prueba contundente de que hay problemas que no son entendidos y
tampoco quieren ser resueltos por los grupos de poder de
turno. Además, el aislamiento de lo literario y/o estético traiciona el
proyecto de vida de Gamaliel Churata. El autor de El pez de oro no solamente se consideraba un artista vanguardista,
junto a los demás miembros del grupo Orkopata, también estaba seguro de formar
parte de la vanguardia política de su época. Si bien no se tiene noticia de su
militancia partidaria, su cercanía ideológica a José Carlos Mariátegui y al
primer Haya de la Torre hizo que las dictaduras de Sánchez Cerro y Benavides lo
condenaran al exilio boliviano que duró 38 años. En Bolivia, Churata trabajó
como asesor de políticas indigenistas del gobierno boliviano y como periodista
que las promovía. De modo que así como a mí se me acusa de olvidar la dimensión
literaria de la propuesta del Grupo Orkopata yo diría que los estudios que
hacen una aproximación meramente estética soslayan negligentemente la dimensión
política del indigenismo a la que tanta importancia le daba Churata.
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